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Enero es un mes de gran importancia para todos los cubanos que sienten y aman la Patria. Se conmemora el 168 aniversario del natalicio de nuestro apóstol, el cubano más grande del siglo xx. Hombre que luchó y sufrió por el bienestar de nuestro pueblo.

Por causa de la pandemia este año no podremos rendirle homenaje como estábamos acostumbrados con nuestros coloridos y alegres desfiles pioneriles, pero eso no impedirá que lo hagamos desde las instituciones educativas cumpliendo siempre con el protocolo de salud.

Fue tan grande su obra y pensamiento, que no pasa un día, una hora, un minuto, sin que no esté presente su legado, pues como el mismo sentenció y cito: “El bien que en una parte se siembra, es semilla que en todas partes fructifica”.

Para los educandos y docentes no puede haber un mejor espejo y un mejor maestro que el apóstol, de él aprendimos que el amor a La Patria, no es el amor ridículo a la tierra, ni a la hierba que pisan nuestras plantas; es el odio infinito a quien la oprime, es el rencor eterno a quien la ataca. Aprendimos también, que el niño ha de trabajar, de andar, de estudiar, de ser fuerte; que el niño crece entonces, y parece un gigante.

Es por ello que le rendimos este homenaje, conscientes de que el mejor tributo para él, es el ser mejores estudiantes y mejores patriotas cada día.

Para los pinos nuevos se ha hecho esta Revolución que defiende la justicia, la soberanía, la dignidad, la cultura y el mayor bienestar para todos.

Termino con las palabras finales escritas por su puño y letra en la dedicatoria a los niños que leerían la edad de oro: “Este hombre de LA EDAD DE ORO fue mi amigo”