CAMAGÜEY.- La gradería del auditorio Iván Hidalgo Funes, instalación deportiva anexa al instituto preuniversitario Álvaro Morell, en los predios del Casino Campestre, estaba repleta de aficionados la noche del lunes 12 de junio de 1966.
Días antes, el periódico Adelante había promovido la celebración de un tope amistoso de baloncesto femenino Cuba - México, mas a todos los que nos hallábamos nos sorprendió la presencia de Fidel con su típico uniforme verde olivo.
Apenas entró a la instalación y tomó la escalera para sentarse a presenciar el partido, en el mismo sitio desde donde se marcaban los puntos en la pizarra, ocurrió un hecho inolvidable. Los amantes del deporte del balón y las cestas exclamaron espontánea y delirantemente: ¡Fidel! ¡Fidel! ¡Fidel!
Alfonso Penalba, bedel de la escuela que cuidaba el mantenimiento del edificio, vigilaba y mantenía el orden, había requerido al visitante: Comandante, en botas no se puede pasar al tabloncillo, ¡tenemos la responsabilidad de cuidarlo! En modo alguno Fidel se enojó, mandó a buscar unos tenis, que emplearía después en una improvisada guerrilla de baloncesto con atletas de Camagüey. Y le dijo al conserje: Haces muy bien.
Al pasar por el lado de una pareja de novios, cuando se dirigía al lugar que ocuparía definitivamente, el joven de veinte años dijo emocionado: ¡Fidel! El Líder de la Revolución le dio una palmada cerca del hombro, mientras la muchacha jocosamente sentenció: “No te lavarás el brazo”.
Esa noche las atletas del equipo nacional superarían a las aztecas 48 tantos por 41, aunque no pudieron estabilizar la tabla de posiciones. En jornadas anteriores las visitantes hicieron añicos las aspiraciones de las criollas en dos ocasiones.
CON LAS MEXICANAS, CUBANAS Y LA ESTRELLA DEL CARNAVAL
Terminado el tope amistoso, Fidel bajó a saludar a las jugadoras de ambos equipos, intercambió durante más de treinta minutos, primero con las visitantes, después con las criollas y también con Ana Díaz González, la Estrella del Carnaval de ese año, quien lanzo el balón al aire y dejó iniciado el encuentro deportivo.
Con su sentido de observación característico, Fidel le mencionó a las integrantes del equipo local ciertas fallas. Las atletas quedaron asombradas de que se fijara en tantas cosas. No era simplemente un espectador, sino conocedor del deporte por practicarlo en sus pocos momentos libres.