Ciudad de las iglesias

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camaguey patrimonioEl copioso bagaje de la religión católica que distingue a Camagüey confirió a esta villa cubana el apelativo de "Ciudad de las Iglesias", ampliamente difundido en la isla.

De elevada sencillez y valores arquitectónicos, históricos, artísticos y simbólicos, su conjunto de templos de esa religión la distinguen, de la misma manera que los típicos tinajones de barro, abundantes aquí, provocan que se le reconozca en toda Cuba, también, como la "Ciudad de los tinajones".

El copioso bagaje de la religión católica que distingue a Camagüey confirió a esta villa cubana el apelativo de "Ciudad de las Iglesias", ampliamente difundido en la isla.

De elevada sencillez y valores arquitectónicos, históricos, artísticos y simbólicos, su conjunto de templos de esa religión la distinguen, de la misma manera que los típicos tinajones de barro, abundantes aquí, provocan que se le reconozca en toda Cuba, también, como la "Ciudad de los tinajones".



Sus numerosas iglesias, junto con las estrechas calles, el sistema de plazas que presiden, los callejones y los barrios que tomaron sus nombres, son un complemento original del hábitat de la añeja metrópoli, próxima a los 500 años, muy semejante en el trazado al de ciudades cristiano-musulmana-andaluzas.

Desde su fundación en los albores del siglo XVI, el trazado de la urbe fue muy peculiar, determinado en gran medida por su organización religiosa -principal autoridad en los inicios-, que fue fijando la estructura urbana en barrios o feligresías, exponentes hoy de las ricas tradiciones culturales en esta tierra.

A partir de esa ordenación, los primeros suburbios tomaron el nombre de la iglesia correspondiente, relación persistente en la actualidad; como por ejemplo, el popular barrio de La Caridad, en cuya plaza se encuentra la Iglesia de Nuestra Señora de La Caridad del Cobre.

Muchos especialistas han llegado a comparar el modelo colonial de Camagüey con el de otras regiones del mundo, como Cáceres y Santiago de Compostela, de España; Santo Domingo en República Dominicana; Santa Fe y Real de Minas de Guanajuato, México; y Santa Ana de Coro, en Venezuela, caracterizados por su estructuración en parroquias.

En el núcleo principal urbano de Camagüey, Patrimonio Cultural de la Humanidad, perviven cardinales plazas jerarquizadas por iglesias que dieron origen a los incipientes sectores. Las más antiguas son la Plaza Mayor (Parque Ignacio Agramonte), La Merced (Plaza de los Trabajadores) y San Francisco (Parque Martí).

Las dos primeras tuteladas, respectivamente, por las iglesias de la Parroquial Mayor, iniciada en 1517 (hoy Catedral Metropolitana) y Nuestra Señora de la Merced (1748). El conjunto iglesia-convento de San Francisco de Asís, análogo a la plaza de origen, fue sustituido con el tiempo por el templo del Sagrado Corazón de Jesús.

Justamente, el vecindario inicial de la legendaria villa de Santa María del Puerto del Príncipe se materializó en el centro histórico, en torno a la Plaza Mayor, con su basílica, el Ayuntamiento y las casas de los primitivos vecinos.

Otras importantes plazas con sus ermitas incluidas en la lista mundial son las de la Soledad (Iglesia de Nuestra Señora de la Soledad,.1776), San Juan de Dios (Iglesia y Hospital de San Juan de Dios, 1728), y El Carmen (Iglesia y Convento de Nuestra Señora del Carmen,1825).

Los dos últimos conjuntos constituyen los prototipos mejor conservados en nuestros días, con sus características y el ambiente colonial genuino de la arquitectura de los siglos XVIII Y XIX, respectivamente.

Investigadores describen que las construcciones religiosas originarias de Camagüey surgieron junto a los primeros intentos de hábitat y coinciden con la fundación del emplazamiento actual en 1528, momento en que comenzó a gestarse en el lugar un importante centro socio cultural.

Esa fecha marcó el punto de partida de una etapa inicial de cimentación religiosa que se extendió hasta finales del siglo XVII.

Las referencias sobre los primeros complejos religiosos datan precisamente de 1599 y 1601, con los conventos de Nuestra Señora de la Merced y de San Francisco de Asís, parte de este convertida posteriormente en el colegio de los escolapios (Escuelas Pías).

En 1923, la antigua iglesia fue sustituida además por la monumental obra de estilo neogótico del Sagrado Corazón de Jesús, edificada por los catalanes Claudio Muns Piqué y Jaime Cruanyas Feliz.

Además del conjunto de San Francisco desaparecieron tempranamente en la localidad las iglesias de San Francisco de Paula, en la actual Plaza de Maceo; y de la Candelaria, que estaba situada al otro lado del río Hatibonico, en la barrida de La Caridad.

Por su parte, el convento-iglesia La Merced, al ser transformado entre 1744 y 1756, pasó a ser una de las edificaciones religiosas coloniales más notables de Camagüey y de Cuba, por la complejidad constructiva y su belleza arquitectónica.

Esta ermita es totalmente de ladrillos y posee techos de bóvedas de cañón, que cubren las tres naves sustentadas por gruesos nervios. En el exterior, una torre voluminosa, situada a eje de la nave principal, acentúa la solidez del edifico. Otros elementos como pilastras y frontones enmarcan la fachada.

Figura como uno de los modelos de la consolidación y estabilidad constructiva alcanzada durante el siglo XVIII en los órdenes religioso y civil, etapa que se caracterizó estilísticamente por las influencias de arte barroco y mudéjar, en combinación con la tradición constructiva cubana.

Afirman que múltiples y complejas soluciones constructivas en columnas, aleros, pilastras, cornisas, arcos, bóvedas y cúpulas de estas iglesias fueron posibles por el dominio de las técnicas constructivas a partir de ladrillos de barro. El influjo del artesanado criollo puede apreciarse asimismo en los trabajos de carpintería en blanco emanados de la interpretación del oficio musulmán.

Hasta entrado el siglo XIX, se destacó conjuntamente el empleo de las yeserías para conformar detalles interiores y las conocidas bóvedas falsas o de barrotillo, formadas por listones de madera y masilla. En la iglesia de El Carmen, por ejemplo, fueron utilizadas para ocultar las armaduras de la cubierta.

Esta representa una de las joyas arquitectónicas del siglo XIX, con la que -afirman- llegó a su esplendor la cultura constructiva de los principeños. Es paradigma del estilo neoclásico introducido en las construcciones locales de entonces.

Legado por el franciscano Padre Valencia, el templo integra uno de los conjuntos arquitectónicos más importantes de esta oriental urbe y estuvo formado además por el hospital de mujeres (1823), hoy sede de la filial del Instituto Superior de Arte, y el Monasterio de las Ursulinas, inaugurado en 1829 para la enseñanza a las niñas.

En esta última edificación radica la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey, institución que desarrolla en el contexto de la plaza del Carmen un proyecto sociocultural en correspondencia con las tradiciones y usos del lugar, de gran atracción para visitantes nacionales y extranjeros.

Impresionan en este lugar las piezas escultóricas de la artista Martha Jiménez, que recrean personajes como "Matao", el vendedor de agua; o las del lector de periódicos; las chismosas y la pareja de enamorados.

Según expertos, las iglesias coloniales de Camagüey se caracterizan por sus volúmenes compactos, con fachadas principales generalmente simétricas y de escasa decoración; de textura lisa, sin portales y con torres rematadas por cúpulas o capitel piramidal, preferentemente sobre el acceso principal.

(Se exceptúa la de El Carmen, única con dos torres en la ciudad y una de las pocas de Cuba con esa característica.)

Estas construcciones poseen un variado sistema figurativo, en el que sobresalen copones, almenas, pináculos, hornacinas, molduras, óculos elípticos y mixtilíneos, cornisas, rejas de hierro, vitrales y puertas españolas claveteadas.

Las plantas de estos santuarios son generalmente rectangulares, de tres naves en su mayoría, y están conformadas por estructuras de gruesos muros de ladrillos, cerrados con techos de armaduras de madera y cubiertas de tejas criollas de barro.

En sus interiores se plasma un interesante artesonado de par y nudillo, de simple decoración y tirantes pareados o falsas bóvedas de cañón, que se interceptan en algunos casos con cúpulas de albañilería arriostradas con contrafuertes.

Dentro del grupo de iglesias coloniales de la ciudad se hallan igualmente las de Santa Ana, del Santo Cristo del Buen Viaje, Nuestra Señora de La Caridad del Cobre (solo la cúpula y sacristía), de San Lázaro, ubicada fuera del eje urbano más antiguo; y de San José, con la capilla de igual nombre.

Es evidente que el siglo XVIII trajo para la arquitectura y en especial para las edificaciones religiosas camagüeyanas una etapa muy próspera. Hasta el 1825, entre reconstrucciones y nuevas edificaciones, se originaron aquí catorce templos de diferentes rangos eclesiásticos, según publicó el investigador Oscar Prieto.

Así, se insertaron los mayores adelantos estéticos y constructivos de la época en obras definidas por el especialista como una escuela para el artesanado criollo, conocimiento que rápidamente se multiplicó en otras construcciones, fundamentalmente en las habitacionales.

Ello condicionó, incluso, la aparición de conjuntos homogéneos donde la expresión de la fachada del templo se refleja de manera armónica con los componentes formales que muestran las fachadas de las casas coloniales camagüeyanas. Un paradigma notable son las edificaciones que conforman la Plaza de San Juan de Dios.

Ese esplendor constructivo, no solo religioso sino en general, lo constató en documentos el obispo Morell de Santa Cruz en su visita a la villa en 1756, cuando enumeró nueve iglesias y mil 506 casas; de las cuales, mil 206 eran de tejas y 12 de dos plantas, según reflejó un artículo publicado en la revista Senderos de la Oficina del Historiador de la Ciudad de Camagüey.

Un detalle interesante es que los topónimos de numerosas calles obedecen también al santoral católico, entre ellos San Esteban, San Fernando, San José, San Martín, San Pablo, San Juan de Dios, entre otros, muy arraigados en la población y que han traspasado los siglos, pese a cambios en la nomenclatura vial de Camagüey.

Cercana al medio milenio, en la imagen de la ciudad todavía señorean las torres de las iglesias que perfilaron su rumbo original, perpetuándose en cada campanazo como símbolo de tradición e identidad.

Rehabilitadas hoy, en el empeño por conservar el patrimonio, se las puede observar desde cualquier punto de la irregular y caprichosa trama urbana, destellando valores estéticamente bellos, como en tiempos lejanos.

Provocan, así, la rememoración de versos que las inmortalizan en la Elegía camagüeyana del Poeta Nacional Nicolás Guillén (1902-198), quien escribió: "Busco en tu violada niebla matinal / una calle y la sigo / por entre el laberinto de mi infancia / por entre las iglesias torrenciales"

Autor: Mabel Guerra

Fuente: Prensa Latina

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